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  1. COMPAÑERA

    05 diciembre 2013

    Hoy es 5 de Diciembre, quizás para la mayoría de vosotros sea un día normal y corriente pero para mí es el recuerdo de un acontecimiento que cambió mi vida por completo.

    Habría que remontarse a un par de semanas antes en la que en una plácida tarde de viernes un señor dejó en casa una agradable carta en la que me llamaban a realizar el servicio militar, y me debía a incorporar a filas en siete cortos días. Una semana me quedaba entre mi vida normal y una nueva vida al servicio de la patria. El destino siempre hace de las suyas, y sabía que de una forma u otra aquello iba a cambiar mi vida para siempre.

    Al leer la carta me sentí vacío, con viente años no había hecho grandes cosas aparte de estudiar y tocar música. Había salido poco y a estas alturas de mi vida no tenía una compañera estable, creo recordar desde la distancia que de toda mi pandilla ya disuelta era el único que aún no andaba con una pareja. Como me quedaba una semana y aprovechando que era viernes decidí que era el mejor momento de salir, sin rumbo fijo, sin saber adonde ir, a la aventura, a buscar amigos y divertirme aunque sólo fuese una noche.

    El destino, como digo, sabe muy bien como hace las cosas y lo que no le sale bien por un lado le sale bien por otro. Aquella noche me encontré con unas amigas en un antiguo disco-bar llamado "La Leonesa", pero aquella noche iba a pasar algo especial. Junto a mis amigas de toda la vida estaba una chica a la que nunca en mi vida había visto. Me llamó poderosamente la atención, no se explicar el motivo, sólo que no era como mis amigas. Cosas de la vida, ves a alguien, te fijas y ya pasas toda la noche pensando en ella. Tanto pensar que quedamos para el sábado en una discoteca junto a mis amigas. Ese sábado sería en teoría el último, ya que al siguiente estaría a cientos de kilómetros vestido de uniforme al servicio de la patria.

    El lunes, cabizbajo, fui a la caja de reclutas a recoger mi "pasaporte" para el servicio militar. Cual no fue mi sorpresa cuando el funcionario me al pedirme el DNI me dijo: "este DNI no corresponde, éste no es usted". Me quedé perplejo, pregunté entonces si me tenía que ir o no a lo que el funcionario me dijo: "No, usted no, la gracia va a ser para el otro que le quedan cinco días para irse a la mili". ¿Adivináis cual fue la primera persona en la que pensé cuando me dijeron ese tajante "no"?. Exacto, en ella.

    María Jesús, ese es su nombre, tardé poco el viernes en reunirme con mis amigas para volver a verla pero aquella noche no vino porque tenía que trabajar, no sería hasta el sábado cuando volvería a verla en la puerta de la discoteca de nuevo, aquella noche tonteamos y bailamos y salimos a pasear un rato. Rato que aprovechamos para hablar y quedar ya en serio para la siguiente semana, el sábado para ser exactos.

    Sábado, 5 de Diciembre de 2013. La Leonesa, el disco-bar donde la conocí 15 días atrás. Había pasado el día pensando en el momento. No había tiempo que perder, yo siempre fui demasiado tímido y la situación me daba un poco de miedo. Había pensado que era la hora de pedirle salir en serio, y sobre las 21:30 de esa fría noche en la puerta de ese disco-bar con mas miedo que siete viejas y mas inseguro de mi como nunca antes en mi vida le expresé mis deseos a los que ella correspondió con un sonriente "si".

    Que os voy a contar que vosotros no hayáis vívido. Mariposas en el estómago, esa es la expresión, ese nerviosismo inquieto que parece que estés tiritando, eso mismo que estoy sintiendo ahora cuando escribo estas palabras.

    Aquella noche la acompañé a su casa, era la primera vez en la vida que yo acompañaba a una chica a solas a su casa, era la primera de tantas cosas. Al llegar a casa mi madre me preguntó de donde venía tan tarde, a lo que respondí serio y orgulloso y con un cierto aire de vanidad: "De acompañar a mi novia". Mi madre quiso preguntar, pero yo me hice el esquivo.

    Hoy hace veintiséis años desde aquella fría noche, la misma fría noche de hoy. Y hoy puedo decir que María Jesús, aquella chica que me encandiló ha sido desde aquel momento mi compañera de viaje. Mi primera y mi única novia, mi mujer, mi esposa, la madre de mis dos maravillosos hijos, la persona que me conoce incluso mejor que yo mismo, la cuna de mis lamentos, el reflejo de mis sonrisas. La persona que soporta mis aficiones cada día, la persona que comprende mis frustraciones cada hora.

    Nadie apostó por aquella relación, todos la abocaron al fracaso. Después de veintiséis años podemos decir orgullosos a todos aquellos que se equivocaron. Después de 9.497 días junto a ella puedo decir orgulloso que sigue siendo la mujer de mi vida.




    Sin ti, este viaje no hubiera sido tan interesante y no habría aprendido tanto junto a ti. Después de veintiséis años que han transcurrido en un suspiro, sólo puedo decirte "Te Quiero".

  2. Ya es Diciembre, el mes mas bonito del año para muchos, Navidad, Paz, Amor, celebraciones, petardos, gente por la calle a todas horas, frío, lluvia, colas, prisas, mas colas, mas prisas, enfados.

    Así es la Navidad, para todos los gustos, incluso para los que no les gusta la Navidad también tienen su parte para quejarse puesto que su entorno de relativa paz se vuelve un entorno hostil lleno de gente, de mucha mas gente que la habitual. De la Paz y el Amor hablaremos luego porque corren malos tiempo para un soñador.

    Los comercios se llenan de colas, colas llenas de gente, impacientes cabecitas que asoman desde la línea fronteriza para atisbar cuanto les queda para llegar hasta el mostrador donde el vendedor/a está atendiendo a cada uno de ellos por riguroso orden de llegada para evitar conflictos. Y no falta por supuesto el que alza la voz y viendo que el vendedor está mas apretado que los tornillos de un submarino suelta al aire un "¿Está usted sólo para atender?".

    El vendedor, normalmente, levanta la cabeza, mira al cliente y opta por seguir a lo suyo o como mucho esboza una forzada sonrisa y dice: "Si, lo siento, estoy yo solo". Y claro, la cola que hasta ahora parecía medianamente controlada empieza a tornarse en un murmullo que clama por la poca falta de personal. El vendedor, cabeza abajo, sigue a lo suyo. Sonrisa y atención, que el cliente no note que estamos un poco quemados a estas horas.

    Y como no, siempre hay un cliente que necesita un poco mas de atención que el resto de los mortales, si hijo si, es que no todos somos tan listos, algunos hay que necesitan que le expliquen lo que están comprando para saber que lo que compran es realmente lo que necesitan. Finalizada la compra del cliente la cola murmurante termina por desesperar ante la pregunta "¿Quiere usted que se lo envuelva de regalo?". Y al vendedor, esa persona amable que durante 11 meses al año atiende con suma paciencia y diligencia se le empieza a torcer la sonrisa y opta por acelerar el ritmo aún a costa de que el cliente no se vaya tan a gusto como en otras ocasiones. Pero la cola manda, y las caras de sus pobladores aún mas.

    Vamos a saltar el mostrador e imaginemos ahora esa compra de última hora que a todos nos surge. Las prisas se apoderan de nosotros y nada mejor que improvisar y lanzarse al centro comercial habitual o mas cercano a realizar esa compra. Sabemos lo que necesitamos, sabemos donde está, así que programamos un tiempo estimado de ida y vuelta. Y llegas al centro comercial y hay una cola que no te la esperabas, y empieza la desesperación mientras pensamos "pero si son las tres de la tarde ¿Quién viene a comprar a estas horas?" Pues todos aquellos a los que le ha surgido esa compra de última hora. Oteamos el horizonte buscando una plaza libre y nada, hay que ir a otra planta a aparcar, con cada maniobra miramos de reojo el reloj para controlar que estamos dentro de los treinta minutos programados. De esos 30 minutos ya hemos invertido 20 en llegar y con suerte aparcar.

    Mientras el vendedor sigue intentando controlar la cola que cada vez está mas agitada llegamos al punto de venta donde está lo que exactamente necesitamos y junto a nuestro artículo, la cola. Y dentro de la cola la gente, y al fondo de la cola, casi invisible, la persona objeto de nuestro deseo, el vendedor.

    El vendedor de vez en cuando levanta la vista para ver como está el panorama y ve a un cliente mirando desmesuradamente su reloj y piensa "otro que pensaba que esto iba a estar vacío", el cliente mira al vendedor y piensa "la hora que es, esto lleno de gente y sólo una persona atendiendo".

    En las colas te encuentras de todo, gente impaciente, gente paciente, gente que acompaña, gente ausente inmersa en las ciberconversaciones de sus smartphones. Gente mayor que necesita sentarse, gente joven que ríe a voces, niños llorando, niños riendo, niños corriendo de un lado a otro sin parar.

    El vendedor y la cola. Aquí es donde entra en juego la paz y el amor, pero por su escasez en momentos de tensa impaciencia. Porque de los treinta minutos que habíamos programado hemos tardado 45 en llegar a la cola, y la cola precisamente no va todo lo rápida que queremos. Y terminamos por perder la paciencia, abandonamos la cola y llegando hasta el mostrador preguntamos con cara de pocos amigos "¿Oiga, está usted solo?" Y el vendedor, ya sin sonrisa, contesta secamente "acabo de decir que estoy yo solo, no puedo ir mas rápido". La tensión se palpa en el ambiente, la cola enmudece ante el cruce de miradas entre el cliente y el vendedor. La megafonía retumba en el interior.

    El vendedor, y lo digo por que lo vivo día a día, no puede hacer nada por no estar solo. El hace su trabajo, y de buena fe les digo que hacemos mas de lo que podemos, nosotros somos los primeros que no queremos colas porque preferimos atender bien que hacerlo con prisas. Porque sin prisas la sonrisa es natural, el saludo es afable y la despedida siempre es agradable. 

    El cliente ve que no va a conseguir nada y retorna hasta su puesto en la cola, ha entendido que la persona que está tras el mostrador no puede hacer nada por mejorar la situación, podrá ir mas rápido o mas lento, pero siempre intentará priorizar la celeridad sin perder la buena atención.

    Llegó la hora, por fin, tras 58 minutos de desesperante espera llegó la hora, el vendedor y el cliente vuelven a mirarse cara a cara, entre ellos sólo está el mostrador. El vendedor siempre rompe el hielo y pregunta por la necesidad del cliente. El cliente explica lo que quiere y raudo y veloz, con mas velocidad de la normal, provee al cliente, empaqueta su regalo y adiós muy buenas. Feliz Navidad y esas cosas y listo. Y el cliente siempre termina por dar las gracias, porque en el fondo entiende que poco puede hacer el vendedor. En muchas de estas situaciones el cliente pide disculpas al vendedor por su actitud a lo que el vendedor responde con otra disculpa por no poder atender con mas rapidez, y ambos se despiden con un cordial saludo.

    La cola, observando atentamente este pacto de concordia, se vuelve a calmar y el murmullo casi deja de escucharse, suenan villancicos en la megafonía, que bonita es la Navidad.

    ¿Han pillado el concepto? 

    Queridos clientes, queridos vendedores, esto es una pantomima exagerada de lo que suele pasar en estas fechas en los comercios. Los que como yo, nos dedicamos al comercio la verdad es que estas fechas para nosotros no representa precisamente un entorno de paz y amor sino todo lo contrario, hay tensión, prisas, caras largas, mucha carga emocional y una extraña sensación. Al final, en estas fechas pasamos mas tiempo con nuestros clientes que con nuestras familias.

    Queridos clientes, queridos vendedores. Pónganse la mejor de sus sonrisas antes de mirarse a los ojos. Las colas serán mas divertidas y al vendedor le apretará menos el cuello de la camisa.



    P.D. Como no voy a poder escribir en todo este mes (me espera una cola para mi solito) aprovecho para desearles una Muy Feliz Navidad en compañía de sus familiares y amigos en la mejor y mas larga de las colas del mas grande centro comercial. 

    Salud y suerte. Se os quiere.



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